En
una entrada anterior ya vimos como el Regimiento Provincial de Cuenca había
tenido una participación destacada en el frente norte de la primera guerra
contra los carlistas, y principalmente en la defensa de la ciudad de Bilbao,
que había sido atacada por estos hasta en tres ocasiones entre los años 1835 y
1836. Pero una vez acabada la guerra, y después de un breve periodo de tiempo
en el que pasaría a ser desmovilizada, volvería a tener un peso importante en
la actividad militar de un ejército que, paulatinamente, se iría incorporando a
la política de una España en crisis. En efecto, en 1843 el regimiento conquense
se vio sometido también a las fuertes tensiones ideológicas que enfrentaban en
aquel momento a las dos facciones liberales, progresistas y moderados, que
desencadenarían finalmente el pronunciamiento del general Francisco Narváez y
el consecuente exilio de su oponente, el progresista Baldomero Espartero.
Este
hecho se enmarca en ese proceso, tan propio del liberalismo español del siglo
XIX, como es la entrada de los militares en la política, y el pronunciamiento
militar como sistema endémico para provocar un cambio de gobierno. Baldomero
Espartero había forzado en 1840 la salida de España de la regente María
Cristina de Borbón, la viuda de Fernando VII, obligando al mismo tiempo a que
fuera nombrado regente durante los últimos años de la minoría de edad de su
hija, y había encumbrado en el poder a los progresistas, llevando al país a una
situación de tensión interna en la que los moderados se sentían postergados. Y
entre esos moderados, que en absoluto estaban contentos con la nueva situación
política creada, se encontraban también algunos militares, que enseguida empezaron
a ver a la regente defenestrada como una madre apartada de sus hijas por la
fuerza.
Un
primer levantamiento de O’Donell fracasó en 1841. Pero la sucesión de
pronunciamientos que se llevó a cabo en varias ciudades de España devolvería el
poder a los moderados, y forzaría la salida al exilio en Inglaterra del propio
Espartero dos años más tarde. En el otoño de 1842 se produjo en Barcelona una
insurrección popular, apoyada por gran parte del ejército, que fue sofocada mediante
un continuado bombardeo, que duró todo el día 3 de diciembre, y que tuvo su
reflejo en un nuevo pronunciamiento contra el gobierno de Espartero, el día 8
de junio del año siguiente. La situación en la que se encontraba el ejército
desde hacía algunos años explica estos sucesos, más allá de posicionamientos
ideológicos de los oficiales que, si bien existían, eran ajenos a una parte de
la oficialidad.
El
gran líder del pronunciamiento, en Barcelona como en otras ciudades de España,
fue el granadino Ramón María de Narváez, duque de Valencia. En la ciudad del
Turia se encontraba a mediados de mayo, cuando inició un movimiento contra el
regente que muy pronto fue secundado en otras regiones de España,
principalmente en Andalucía, pero también en Cataluña y en Galicia. Málaga, una
de las primeras ciudades en pronunciarse abiertamente, lo había hecho el 24 de
mayo de 1843, declarando la formación de una junta de gobierno independiente de
la de Madrid. Granada lo hizo dos días después, y a ella le siguieron más tarde
otras ciudades andaluzas, como Almería y Algeciras. A mediados de junio, el
incendio se había extendido a lugares tan lejanos como Barcelona o La Coruña.
Aproximadamente al mismo tiempo, el 11 de junio, la principal ciudad meridional
del país, Sevilla, también se había incorporado al proceso, por lo que fue
cercada poco después por las tropas leales a Espartero.[1]
Respecto
al foco granadino, que es el que ahora nos interesa especialmente,José
Francisco de Luque resumió los acontecimientos apenas una década después de que
se produjera el hecho narrado. El 26 de mayo de 1843 se había pronunciado un
batallón del regimiento de Asturias, que en aquellos momentos se encontraba
guarneciendo la ciudad. Pocos días después, Espartero envío una división
completa, al mando del general Álvarez, para sofocar la rebelión, y ante la
falta de acción de éste, lo sustituyó por Van Halen, el mismo que pocos días
después cercaría Sevilla. Sin embargo, tampoco éste se decidió a entrar en la
ciudad de la Alhambra, y la presencia en las cercanías de la misma del general
Manuel Gutiérrez de la Concha, quien había desembarcado en Málaga para
adherirse también al pronunciamiento, obligó a levantar el sitio a las tropas
esparteristas[2].
Gutiérrez de la Concha había sido precisamente dos años antes comandante
general de las provincias de Guadalajara y Cuenca, pero en el mes de octubre de
ese año se vio obligado a exiliarse en Florencia, después de haber participado
con Diego de León y con otros militares y políticos moderados en un primer
intento fallido de derribar a Espartero.
Precisamente
con el fin de intentar apagar el incendio revolucionario es por lo que fue
movilizado el regimiento provincial. Entre los fondos del Archivo Histórico
Provincial de Cuenca se conserva una carta de poder otorgada por uno de hombres
de la unidad, el soldado Santos Abarca, en favor de Casiano López; el documento
está fechado el 1 de diciembre de 1842, y nos informa de la próxima
militarización del regimiento: “Que
teniendo que ausentarse de esta ciudad a la villa y corte de Madrid con su
compañía de guarnición, y estándole adeudando Francisco Cuenca, vecino de
Huete, nuevecientos cuarenta reales procedentes de estar el otorgante sirviendo
la plaza de soldado por un hijo suyo, cuya cantidad sin embargo de los muchos
avisos amistosos que le ha dado, no le ha sido posible cobrarla, desde luego en
la mejor vía y forma que haya lugar en derecho otorga: que da, confiere y
comunica todo su poder cumplido, tan bastante como de derecho es necesario y se
requiere para valer, a Casiano López, vecino de esta ciudad, para que a su
nombre y representando su propia persona, acciones y derechos del otorgante,
pueda percibir y cobrar, haya, perciba y cobre del Francisco Cuenca la indicada
cantidad.”[3]
Sin embargo, diferentes poderes redactados por varios oficiales demuestran
a su vez que al menos una parte del regimiento aún se encontraba en la capital
del Júcar durante la primera mitad de 1843, por lo que quizá la movilización
había sido sólo parcial, afectando sólo a algunos de los batallones que la
componían, lo cual redunda en la posibilidad de que sólo participó en el
pronunciamiento una parte del mismo.
Sea
como sea, a principios del mes de junio, el regimiento fue incorporado al
ejército esparterista de Andalucía, que estaba al mando del general Juan
Van-Halen, y es precisamente aquí donde nos surge un nuevo interrogante. Según
la hoja de servicios de uno de sus suboficiales, el sargento primero Vicente
Santa Coloma se adhirió al pronunciamiento el día 20 de ese mes de junio,
siendo el encargado de llevar la bandera del regimiento el 5 del mes siguiente
a la ciudad de Granada. Así se describe el hecho en el documento: “Fue
el encargado de extraer la bandera de la casa del coronel del cuerpo don Francisco
La Rocha, y verificado la condujo a Granada.” Se conserva una fotografía de
la bandera coronela del regimiento provincial de Cuenca, que fue la enseña
oficial de la unidad durante toda la primera mitad del siglo XIX, y que sin
duda es la misma que portó Vicente Santa Coloma en este momento. Bastante mal
conservada como se puede apreciar en la fotografía, es de color blanco, y sobre
el paño aparece, centrado, el escudo de España sobre una cruz de Borgoña de
color rojo, similar todavía a la bandera de los Tercios, pero rematada en cada
uno de sus cuatro extremos por el escudo de la ciudad; éste, el escudo de cada
provincia, era el verdadero identificador de la unidad correspondiente.
Precisamente sería a finales de ese año, mediante Real Decreto fechado el 13 de
octubre, cuando se unificaban las banderas de todos los regimientos, siendo
sustituidas éstas por la bandera rojigualda, que hasta entonces sólo había sido
utilizada por la Armada, desde los tiempos de Carlos III, y por algunos
batallones de la milicia nacional. La nueva bandera a franjas roja y amarilla,
se había convertido en los últimos años en un símbolo de los liberales, que
contrastaba con el color blanco que siguieron usando durante toda la guerra las
tropas carlistas[4].
Pero,
¿qué significa realmente esa información que aparece en su hoja de servicios?
Pedro Luis Pérez Frías, historiador y militar, afirma en una consulta personal
del autor que lo más probable es que pueda tratarse, más que del hecho en sí
mismo de portar la bandera del regimiento y trasladarla desde la casa del
coronel Francisco La Rocha, hasta la ciudad de Granada, el que nuestro
protagonista sería uno de los suboficiales de esta graduación elegidos para
formar la escolta reglamentaria durante la solemne ceremonia en la que debía
leerse públicamente el bando del pronunciamiento. Lo contrario hubiera sido algo difícil de comprender,
teniendo en cuenta que en aquellos momentos nuestro protagonista era todavía
sargento primero, y que el cargo de abanderado del regimiento solía estar
reservado a un alférez o a un subteniente.
La
segunda pregunta que nos debemos hacer para comprender este momento de la vida
de Vicente Santa Coloma es la siguiente: ¿Quién mandaba el regimiento
provincial conquense en el verano de 1843, cuando al menos una parte del mismo
se adhirió al pronunciamiento contra el regente? Según la hoja de servicios del
propio Vicente Santa Coloma, éste no era otro que un tal Francisco La Rocha.
Sin embargo, si hacemos caso del Estado
Militar de España, publicación que tenía carácter anual y que era una
especie de vademécum de la situación
global en la que se encontraba en cada momento el ejército español, en 1843
figuraba todavía como jefe del regimiento conquense el ya citado José Filiberto
Portillo, y así se hace constar también en la biografía de Espartero antes
citada. Por otra parte, Santiago Álvarez Novoa figuraba como jefe de la unidad
conquense ya al año siguiente. Y aunque el ascenso a brigadier de aquél y su
incorporación a la política, iniciada ya ese mismo año de 1843, pudo haber
dejado el regimiento provincial de Cuenca en manos del coronel Francisco La
Rocha, nada sabemos apenas de este militar, que no aparece como tal ni en el Estado Militar de España de 1843, ni
tampoco en al anuario del año siguiente. Sería lógico suponer entonces que después de haber sustituido
a Portillo en los primeros meses de 1843, y una vez obtenida la victoria por
los partidarios de Narváez, el coronel La Rocha habría sido sustituido a su vez
por el propio Novoa poco tiempo después, bien al haber sido premiado y
ascendido en el caso de haber participado en el pronunciamiento, o bien por ser
destituido del cargo en el caso contrario. Sin embargo, y según siempre la
información facilitda desde el Archivo General Militar de Segovia, no figura en
la sección de personal de dicho archivo ningún expediente bajo este nombre.Tampoco
he encontrado datos a este respecto en el Archivo Municipal de Cuenca.
También
podría tratarse de un militar proveniente de la Armada. En 1830, un teniente de
navío de este nombre estaba destinado en la guarnición de Cádiz[5],
aunque no podemos certificar con rotundidad que pueda tratarse de la misma
persona. Sí podría tratarse del mismo Francisco de la Rocha y Duggi, que,
después de haber participado en la Segunda Guerra Carlista, en la que destacó a
finales de la década en el frente de Cataluña, forzó en 1851 a que le fuera
reconocida la corbata de San Fernando a los dos batallones del regimiento
Castilla que habían participado más de diez años antes, a cuyo frente él debía
encontrarse en aquel momento, con las que habían sido premiados en el mes de
marzo de 1839, en la batalla de las canteras de Utrillas,[6].
Nacido en 1808 en Lisboa, ya en los años sesenta era gobernador militar de
Valencia[7],
y llegó a alcanzar el grado de brigadier y mariscal de campo. Tal y como vemos,
y al no poder contar con su hoja de servicios, no podemos asegurar que este
militar estuviera en ese momento al frente del regimiento conquense. Otra
posibilidad es que se tratara éste del jefe de una especie de ejército de
operaciones, que estuviera formado por varias unidades diferentes, una de las
cuales podría ser el regimiento conquense, bien en su conjunto o bien sólo
alguna de sus compañías. Este hecho explicaría que no hayamos encontrado
ninguna relación directa de él con la unidad conquense.
Otro
aspecto a tener en cuenta es que, según María Felisa Álvarez Rey, el batallón
provincial de Cuenca era uno de los diecisiete batallones que, todavía a las
órdenes de Van Halen, se hallaban a mediados de junio en el cerco de Sevilla[8],
también levantada en armas, como se ha visto, con el fin de conseguir la
rendición de la ciudad. Pero las tropas progresistas nunca lograron la
rendición de la capital andaluza, a pesar de que poco tiempo después, el propio
Espartero se dirigía a ella para ponerse al frente de un ejército que, con los
hombres que él mandaba, alcanzaba ya un total de diez mil soldados.
De
todo ello se desprende que la unidad abandonó el cerco de la ciudad del
Guadalquivir y se dirigió a Granada, con el fin de adherirse, ellos también, al
pronunciamiento moderado. Y aquí tenemos que recordar que el militar que en
aquel momento mandaba la unidad, o al menos lo había sido hasta muy poco tiempo
antes, era el coronel José Filiberto Portillo, quien había sido poco tiempo
antes ascendido a brigadier, o lo sería muy pronto, quizá por su participación
en el pronunciamiento granadino, y nombrado gobernador de Málaga. Hay que tener
en cuenta también que el ejército de Espartero se fue desmembrando conforme los
pronunciados se iban acercando a Madrid, hecho que facilitaría claramente el
cambio de siituación de los conquenses.
El
23 de julio, las tropas de Narváez derrotaron finalmente en Torrejón de Ardoz
(Madrid) a las de Espartero, dirigidas para la ocasión por el general Antonio
Seoane. Por su parte, el duque de la Victoria se vio obligado el día 27 a
levantar el cerco de Sevilla e iniciar el camino del exilio, lo que hizo en
Cádiz, sobre la cubierta de un barco de vapor que tenía precisamente el mismo nombre
que la ciudad a la que no había conseguido derrotar: Betis. Narváez fue nombrado entonces presidente del Consejo de
Ministros, y para evitar la inestabilidad que podría suponer una tercera
regencia se le adelantó la mayoría de edad a la reina Isabel, cuando apenas
había cumplido trece años.
Su
participación en el pronunciamiento le supuso un nuevo ascenso a subteniente,
tal y como sucedió también con otros muchos compañeros del soldado conquense,
que también participaron con él en esta operación; en uno de los documentos que
figuran en su expediente personal existe la relación pormenorizada de aquellos
que fueron ascendidos por este motivo, según una orden que estaba fechada el 21
de agosto de 1843. El ascenso, que afectaba a una cincuentena de oficiales y
suboficiales del batallón de la reserva de Cuenca, fue concedido por el
gobierno provisional, en nombre de Isabel II. En su expediente figura la
relación de esos cincuenta oficiales y suboficiales que fueron ascendidos por
este motivo al empleo o grado inmediatamente superior al que tenían en ese
momento. Sólo en el caso del sargento primero Santa Coloma, se le reconocía al
mismo tiempo el grado y también el empleo de subteniente, hecho que provocaría
en los años siguientes una reclamación del interesado, al no habérsele
reconocido por parte de sus superiores en la unidad dicho empleo, sino sólo el
grado correspondiente. No obstante, la hoja de servicios del militar es clara
en este sentido, pues con la misma fecha de antigüedad, el 21 de agosto de
1843, se le concedía al mismo tiempo el grado de subteniente de infantería, el
empleo de subteniente de milicias, y el empleo de subteniente de infantería.
Vicente
Santa Coloma había nacido en la provincia de Cuenca, en el pueblo de Torralba,
el 22 de enero de 1815, y moriría poco tiempo después, el 10 de agosto de 1848,
después de haber sido movilizado. El ejército, sin embargo no se había enterado
del fallecimiento, y no fue hasta el mes de mayo del año siguiente, un mes
después de haberse publicado la orden de su nueva movilización e incorporación
al regimiento de Saboya, cuando el capitán general lo notificó a las instancias
superiores.
[1]
El pronunciamiento y sitio de Sevilla en junio y julio de 1945, por un
miliciano nacional. Sevilla,
Establecimiento Tipográfico, 1843. ÁLVAREZ REY, María Felisa, “Pronunciamiento
de 1843: Espartero en Sevilla durante la
regencia del general Espartero (1841-1843)”, en VV.AA., La era isabelina y la revolución
(1843-1875). XIII Jornadas Militares de Historia Militar, Cátedra General
Castaños, Sevilla, 2009.
[2] LUQUE, José Francisco de, Granada y sus contornos. Historia de esta
célebre ciudad desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, Imprenta
de Don Manuel Garrido, Granada, 1858,
pp. 427-428. Edición facsímil de Editorial Maxtor, Valladolid, 2006.
[3]
Archivo Histórico Provincial
de Cuenca. Sección Notarial. P-1628. Manuel Pedraza (1842-1843). Exp. 1. Fols.
519-519v.
[4] ÁLVAREZ ABEILHE, Juan, “La bandera
de España”, en Revista de Historia
Militar: El origen militar de los símbolos de España, número extraordinario
(2015), p. 63
[5]
Estado General de la Real Armada. Año de 1830. Imprenta Real. Madrid, 1830.
[6]
http://voluntariosdecastilla.blogspot.com.es/2011/03/el-coronel-de-la-rocha-y-duggi.html. Voluntarios de Castilla. El
coronel De la Rocha y Duggi. Consultado el 24 de diciembre de 2015.
[7] PINGARRÓN-ESAÍN,
Fernando, “Las torres
del portal de Cuarte de Valencia y su función carcelaria”, en Ars Longa, nº 16 (2007), pp. 73-92.
[8] ÁLVAREZ REY, María Felisa, o.c.,
p. 50.