Durante la
Guerra Civil de 1936-1939, la afección de los militares por un bando o por otro
fue, en ocasiones, una cuestión puramente geográfica, sobre todo entre aquellos
militares de baja graduación, a los que les era complicado pasar de un bando a
otro. En otras ocasiones, sin embargo, era UNA cuestión personal. Éste es el
caso del capitán conquense Luis Fernández-Castañeda Cánovas, quien, a pesar de
haber sido durante los primeros meses de la guerra uno de los principales
colaboradores del general republicano José Miaja, hasta el punto de haber
llegado a ser el número tres de la Junta de Defensa de Madrid, que éste
presidía, decidió abandonar su puesto destacado en el ejército republicano y
pasarse a las tropas nacionales en los primeros meses de 1937, en una operación
que parece extraída más de una película o de una novela de espionaje que de la
vida real, en la que también aparecen figuras tan destacadas como el propio
Ramón Serrano Suñer.
Fernández-Castañeda
había nacido el 17 de enero de 1898 en Cuenca, donde su padre, Jaime
Fernández-Castañeda del Valle, era director del instituto de segunda enseñanza.
Inició los estudios militares en la Academia en Infantería, en el mes de julio
de 1912, obteniendo su primer despacho de segundo teniente tres años más tarde.
Participó en la campaña de África entre diciembre de 1918 y agosto de 1921, y
en 1924 ingresó en la Escuela Superior de Guerra, con el fin de continuar sus
estudios y graduarse en Estado Mayor, lo que consiguió en 1929. Durante la
Segunda República perteneció a la plana mayor de la primera brigada de
infantería, hasta la posterior disolución de ésta, nada mnás producirse el
golpe de estado de los militares, que desembocó en la Guerra Civil
Aun teniendo
incluso ideales conservadores, el ya capitán Fernández-Castañeda se había
ganado también cierta fama entre sus compañeros republicanos, pues ya en 1934
había participado, durante la celebración de un consejo de guerra, en la
defensa de seis suboficiales que estaban acusados de sedición por haber pertenecido
a la Unión de Militares Antifascistas. Al desencadenarse al Guerra Civil,
Fernández-Castañeda fue perseguido por grupos anarquistas, que pretendían
detenerle por desafecto al régimen republicano, encontrando enseguida la
protección de Miaja, con quien, había servicio en los meses anteriores, durante
su etapa en la primera brigada de infantería, quien lo ascendió, incluso, a
número tres de la Junta de Defensa de Madrid, que estaba presidida por éste,
como secretario general de la misma.
Sin embargo, poco
tiempo después, el capitán Fernández-Castañeda logró ponerse en contacto con
Edgardo Pérez Quesada, máximo responsable de la embajada de Argentina en
Madrid, solicitándole su ayuda para poder pasarse a la zona nacional porque “su
espíritu y honor militar no le permitían seguir más tiempo en zona republicana”,
según se recoge en su hoja de servicios. De esta forma, y manteniendo en
secreto durante un tiempo sus planes de fuga mientras no se encontrara la forma
de hacerla realidad, tal y como le había recomendado el diplomático argentino,
el 5 de febrero de 1937 se hacía público en el Diario Oficial del Ministerio de
Guerra del gobierno republicano su ascenso a comandante. Fue en ese momento
cuando se interpuso entre los planes del militar conquense un nuevo factor, que
terminaría por desencadenar la huida: el deseo de sacar del país al propio
cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, proyecto en el que actuaba de
intermediario Tomás Le Breton, embajador a su vez de Argentina en París.
De esta forma se
tramó un plan con el fin de sacar de España al militar conquense, a la vez que
éste también se comprometía a ayudar a escapar al propio Serrano Suñer y al
capitán de artillería Eusebio Álvarez Miranda, quien a su vez era yerno de
Melquiades Álvarez, quien había sido presidente del Congreso de los Diputados
entre marzo de 1922 y abril de 1923, y que había sido asesinado en la Cárcel
Modelo el 22 de agosto de 1936. Según este plan de viaje, Fernández-Castañeda
debía convencer a Miaja para que éste le autorizara a realizar un viaje en
coche hasta Valencia, donde supuestamente debería entrevistarse con el capitán
general de la ciudad levantina con el fin de entregarle ciertos documentos. Y
mientras todo esto ocurría, el propio Pérez Quesada, con ayuda de unos
diplomáticos holandeses, había conseguido rescatar de un hospital penitenciario
a Serrano Suñer, en una operación en la que el cuñado de Franco había tenido
que disfrazado de mujer.
Así, entre el 8
y el 9 de febrero, después de haber pasado la noche en una casa segura que era
propiedad de la embajada argentina, un coche oficial con dos banderas
republicanas estaba esperando en una calle cercana al propio Serrano Suñer y al
capitán Álvarez Miranda. El coche estaba conducido por el ya comandante
Fernández-Castañeda, quien, después de haber adquirido en el mercado negro
sendos documentos falsos para sus dos compañeros de fuga, debía trasladarles
desde Madrid hasta Alicante. Sin embargo, el viaje no estuvo exento de
problemas. Ya en Vallecas tuvo que someterse a un primer control por miembros
de la Federación Anarquista Ibérica, y después de haberlo superado sin
complicaciones, como también un segundo control en el puente de Arganda, el
vehículo se quedó sin gasolina en las inmediaciones de Almansa (Albacete).
Después de haber “mendigado” un poco de gasolina, tal y como lo define en sus
diarios el propio Serrano Suñer, los viajeros pudieron continuar el viaje hasta
Alicante, donde Fernández-Castañeda logró dejar a sus dos compañeros en el
consulado de Argentina.
Después, el oficial
conquense siguió su viaje hasta Valencia, donde se entrevistó protocolariamente
con el capitán general de la región, y desde donde telefoneó a Miaja, tal y
como le había prometido, con el fin de no despertar sospechas en el general
republicano, pero ocultándole su decisión de no regresar a Madrid. A la mañana
siguiente, Fernández-Castañeda viajó en el mismo vehículo hasta Alicante,
refugiándose él mismo también en el consulado de Argentina en la ciudad
mediterránea. Y mientras en Madrid nuestro militar era buscado
desesperadamente, primero al pensarse que podía haber sido hecho prisionero por
las tropas nacionales, y más tarde por pensar, acertadamente, que él podría
haber desertado libremente, a mediados de febrero de 1937, los tres fugados
eran sacados del consulado argentino por un grupo de marineros de ese país,
quienes, después de haberles entregado unos uniformes de la marina argentina,
les condujeron hasta el bombardero Tucumán, que se hallaba fondeado en el
puerto de la ciudad. En el barco permanecieron durante varios días más, a la
espera de la llegada de nuevos refugiados, hasta que, en la segunda quincena de
febrero, el barco pudo zarpar finalmente con los tres fugados a bordo, los
cuales desembarcaron unos días más tarde, ya libres, en el puerto francés de
Marsella. Fernández-Castañeda no sería dado de baja del ejército republicano,
sin embargo, hasta el 25 de junio de 1938.
No obstante,
nuestro militar no tardaría demasiado en regresar a España, con el fin ahora de
incorporarse al ejército nacional, tal y como había afirmado que haría al
solicitar la ayuda de la embajada argentina. Así, y después de haber colaborado
de manera tan activa en la liberación de una persona tan importante para el
régimen como era el propio cuñado del Generalísimo, el día 11 de junio de 1937
se determinaba, por el juez instructor, el coronel Enrique Millán Doñate, el
sobreseimiento de la causa incoada para depurar su actuación en la zona
republicana, de la que salió sin responsabilidad ni sanción alguna, más que el no
reconocimiento del empleo de comandante. Por este motivo, nuestro capitán
quedaba en situación de disponible, pendiente de destino en la sexta región
militar, en el Ejército del Norte, hasta el 1 de agosto de 1938, cuando fue
destinado al estado mayor de la primera división de Navarra, que estaba al
mando del teniente general Mohamed ben Mizzian.
Presentado por
fin en su nuevo destino, en la ciudad castellonense de Onda, se hizo cargo de
la segunda y la cuarta secciones, interviniendo en los días siguientes en
diversas acciones sobre la sierra del Espadán (Castellón de la Plana), y en la
batalla del Ebro. La participación de su unidad en la toma de la sierra de
Cavells, en la comarca de Gandesa (Tarragona), una de las que terminaría por
declinar la balanza de la guerra en aquella zona a favor de las tropas
nacionales, significaría para el conjunto de la unidad, y por lo tanto también
para nuestro protagonista, una nueva condecoración, esta vez de carácter
colectivo: la Medalla Militar Colectiva. La concesión le había sido concedida
telegráficamente a la unidad por el propio Generalísimo, Francisco Franco, y
una vez terminada la guerra, el 1 de julio de 1940, le sería reconocido a
nuestro oficial el uso de este distintivo encima del uniforme.
Fernández-Castañeda,
que, como sabemos, ya había sido ascendido a comandante del ejército
republicano en el año anterior, pero que había perdido el ascenso al pasarse al
bando nacional, fue reconocido de nuevo con ese mismo empleo en los meses
siguientes, en propuesta extraordinaria, con antigüedad de 22 de octubre de
1936. El 13 de diciembre de ese mismo año era destinado en el estado mayor del
Cuerpo del Ejército del Maestrazgo, al que se incorporó dos días más tarde,
haciéndose cargo inmediatamente de su cuarta sección. En este nuevo destino
asistió en los días siguientes a las operaciones de la campaña de Cataluña, y
más tarde, también a la ruptura del frente de Toledo, hasta la total
terminación de la guerra, el 1 de abril de 1939. Y una vez terminada la guerra,
y acordada la disolución del Cuerpo del Ejército del Maestrazgo, el ya
comandante Fernández-Castañeda era nombrado jefe de la comisión liquidadora del
mismo. Mientras tanto, por los méritos contraídos durante la “campaña de
liberación”, esto es, durante la Guerra Civil, era premiado con la Medalla de
la Campaña de la Guerra Civil 1936-1939, y con una Cruz al Mérito Militar con
distintivo rojo.
Después de la
guerra, el militar conquense siguió perteneciendo al ejército, participando
primeramente en la represión del maqui, durante el último trimestre de 1944.
Entre los años 1951 y 1952, habiendo sido ascendido ya a coronel, estuvo
sirviendo también en la zona del protectorado, en el grupo de fuerzas regulares
indígenas, y en los años siguientes realizó también algunos servicios
diplomáticos en la embajada de España en Grecia. Ascendido a general de brigada
en 1955, y a general de división cuatro años más tarde, en 1959, llegó a ser
Director General de Instrucción y Enseñanza del Estado Mayor Central del
Ejército, entre el 1 de julio de 1959 y finales de enero de 1962. En la reserva
desde el 1 de febrero de 1966, falleció en Madrid el 26 de agosto de 1976.
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