Para comprender mejor cómo se desarrolla el arete románico en este territorio, que se ha venido a llamar la Hoya del Infantado, y que ocupa todo el noreste de la provincia de Cuenca, en el límite entre las tierras alcarreñas y la sierra, y una parte del sur de la provincia vecina de Guadalajara, las tierras que conforman la cuenca del río Escabas, afluente del Tajo, hay que tener en cuenta las circunstancias en las que se produjo la repoblación del territorio en la Edad Media, una vez reconquistado a los árabes. En este sentido, y al contrario de lo que vimos en sesiones anteriores de este programa (ver “Un viaje al Románico en el Campichuelo conquense”, 27 de noviembre de 2023; y “Un nuevo acercamiento a la arquitectura románica en la provincia de Cuenca”, 12 de mayo de 2024), al acercarnos a los pueblos del Campichuelo, cuya repoblación siempre estuvo unida a la reconquista de la ciudad de Cuenca, en 1177, lo que determinó la plasmación, en sus iglesias rurales, de un románico ya tardío, en el que los elementos propios del estilo se van a combinar con otros elementos más propios del nuevo estilo gótico que ya entonces se estaba empezando a utilizar en la fábrica de la nueva catedral que se estaba construyendo en la ciudad, la conquista cristiana de esta comarca del Infantado se había producido ya casi un siglo antes, lo que va a determinar la elaboración, en las fábricas de las iglesias que entonces se estaban construyendo, de un románico más puro, en el que podemos encontrar la influencia del románico que ya se estaba utilizando en la provincia de Guadalajara. No quiere ello decir que aquí no existan elementos góticos, como el arco apuntado, pero suelen responder a fases más tardías de reconstrucción de los edificios primitivos.
Hay que decir, antes de nada, que este territorio, que después sería conocido como la comarca del Infantado, había sido poblado ya en tiempos muy antiguos, como ha venido a demostrar la existencia de importantes yacimientos arqueológicos. También se asentaron aquí los romanos, y en este sentido hay que remarcar la existencia, muy cerca de aquí, de una de las tres ciudades importantes que los romanos establecieron en la actual provincia de Cuenca: Ercávica. La misma ciudad que todavía siguió siendo sede episcopal en tiempos visigodos, y que después, bajo los árabes, y al amparo de la familia bereber de los Dhi-l-Nun, que aquí se establecieron, provenientes del actual Túnez, se convertiría en la capital de una de las koras o provincias dependientes del califato de Córdoba, la de Santaberiya. Y también cerca de aquí, en Almonacid de Zorita, ya en tierras de Guadalajara, el rey visigodo Leovigildo creó una nueva capital, al la cual, en honor a su hijo, le dio el nombre de Recópolis.Con el derrumbamiento del califato omeya de Córdoba, el territorio pasó a formar parte de la taifa de Toledo, que precisamente había quedado en poder de la misma familia de los Dhi-l-Nun, y a ella quedó vinculada hasta el mismo momento de la conquista de su capital por parte del monarca Alfonso VI. En este momento, la comarca se convirtió en un territorio de frontera, sometido a las crónicas razias protagonizadas tanto por cristianos y musulmanes, adentrándose así al otro lado de la frontera en acciones de rapiña, y sólo se consiguió estabilizar gracias a la figura de Alvar Fáñez, el supuesto sobrino del Cid. A nivel administrativo, fue primero incorporado al llamado Común y Tierra de Zorita, y más tarde, durante el reinado de Alfonso VII (1126-1157), a la demarcación de Huete, pasando también a incorporarse, en términos eclesiásticos, al obispado de Sigüenza. Y es que la sierra de Altomira, que cruza la comarca de norte a sur, fue llamada durante la Edad Media la Sierra de Enmedio, precisamente porque estaba en el medio entre las tierras de los cristianos y las de los musulmanes.
La conquista de Cuenca por
Alfonso VIII, en 1177, alejó por fin la frontera hacia el este, y luego las de
Alarcón, en el sur de la provincia, y Alcaraz, en la de Albacete, también hacia
el sur. En términos otra vez eclesiásticos, el territorio pasó a depender del
nuevo obispado de Cuenca, mientras que en el político volvía otra vez,
temporalmente, a ser señorío real. Así permaneció hasta el año 1252, cuando el
rey Alfonso X “el Sabio” creó un extenso señorío, del que formaba parte este
mismo territorio, junto a otros pueblos de la provincia de Guadalajara, que lo
donó a una de sus amantes, doña Mayor Guillén de Guzmán, la madre de su hija
Beatriz. A ella pasó después el señorío, y más tarde fue la hija de ésta, doña
Blanca, quien la vendió al infante don Juan Manuel; es en este momento cuando
el territorio empezó a ser conocido, por razones obvias, como la comarca del Infantado.
Años más tarde, el infante don
Pedro vendió el señorío a Micer Gómez de Albornoz, miembro de una de las
familias más importantes de la nobleza conquense, sobrino del famoso cardenal
Gil de Albornoz, y más tarde pasó a poder de Álvaro de Luna, a quien se lo
había vendido María de Albornoz, la nieta del propio Gómez de Albornoz, y
desposeído el hijo de éste de ese gran señorío por el rey Enrique IV, una vez
caído en desgracia, éste se lo entregará definitivamente a Diego Hurtado de
Mendoza, hijo del famoso marqués de Santillana, a quien los Reyes Católicos le
concederían, pocos años después, el título de primer duque del Infantado.
La primera de las iglesias que vamos a visitar es la de Alcantud.
Aunque hemos dicho que el territorio del Infantado ya había iniciado su
repoblación antes de la conquista de Cuenca, y que el románico en este territorio es mucho más puro que el del
Campichuelo, la iglesia de Alcantud es un claro ejemplo de alternancia entre
esa fábrica primitiva y una fábrica posterior, en el que también aparecen
algunos elementos más propios del gótico, que conserva una portada ligeramente
apuntada, que corresponde a una fase posterior del edificio, ya en la segunda
mitad del siglo XIII, cuando ya se habían iniciado las obras en la catedral
conquense. Su conservación es deficiente, pues fue descubierta en 1995, durante
unas obras de restauración de la iglesia, bajo una gruesa capa de cemento0, por
lo que no hubo más remedio que someterla a una importante restauración, como se
puede apreciar a simple vista. Se caracteriza por la existencia de tres
arquivoltas apuntadas, apoyadas sobre columnas que presentan, como principal
elemento decorativo, tallas vegetales. También es interesante la estrecha
ventana saetera que se muestra sobre la portada, también en la espadaña, bajo
el triple hueco de las campanas.
Por lo que se refiere al interior, tanto la cabecera como la
propia nave fueron reformadas en el siglo XVI, recreciéndose en altura y en
anchura, por lo que no responde ya al estilo románico. De esta misma época es
también la portada sur y la sacristía, y en este caso, ni siquiera la pila
bautismal es románica.
Los restos románicos de esta iglesia de Salmeroncillos de
Arriba también son escasos, y más después de que, en la década de los años
ochenta del siglo pasado, se produjo el hundimiento de su elemento más
característico, su ábside. También la espadaña, muy restaurada en tiempos
recientes, es ajena en todo al estilo del románico. Con respecto al interior,
aunque responde al trazado original, apenas tiene elementos significativos. Así las cosas, lo más destacado, en lo que a
nosotros nos interesa, es la pila bautismal, compuesta por un pie cilíndrico y
un vaso semiesférico, decorado con una sucesión de gallones dispuestos en una
leve diagonal. La pila de Salmeroncillos tiene una clara influencia de las
pilas bautismales de las iglesias de Alcocer y Salmerón, en la provincia de
Guadalajara, y de la pila de la iglesia conquense de Albendea.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Zarza, en Salmeroncillos
de Abajo, responde sobre todo al estilo barroco. Sin embargo, una mirada
detallada a algunos de sus elementos nos permite vislumbrar algunos elementos
medievales. Así, todavía en el muro norte de la iglesia se puede ver,
fosilizada en el conjunto de la nave, los cuatro tramos que conforman su
fábrica medieval, separados por sendos contrafuertes, y la primitiva cornisa,
apoyada en veintiún sencillos canecillos. Esta parte de la fábrica responde a
la construcción de finales del siglo XII y principios del siglo XIII. También
es románica la pila bautismal, realizada en piedra arenisca, aunque se
encuentra muy desgastada y recompuesta con cemento, en la que destaca, como
único adorno, la moldura de su embocadura.
En Albendea se encuentra la iglesia parroquial de
Nuestra Señora de la Asunción. Aunque tapado en parte por la propia sacristía,
destaca visiblemente en el exterior el ábside románico, con testero en
semicírculo, horadado con una pequeña ventana saetera con vano en arco de medio
punto, que se puede atribuir al estilo cisterciense, llamado también estilo de
transición entre el románico y el gótico. Por lo que se refiere al interior, el
románico se puede apreciar aún en su nave central, que responde a la primera
etapa de su fábrica, y sobre todo, en el tramo contigo al presbiterio. Esta
parte del edificio responde a una fecha próxima al cambio de siglo, es decir,
hacia el año 1200. Sin embargo, y en lo que responde al interior, la iglesia
fue ampliada en altura y en anchura, primero entre los siglos XV y XVI, y otra
vez en pleno siglo XVIII. También es románica la pila bautismal.
En este mismo pueblo también debemos visitar la llamada
Ermita de Llanes, aunque en su origen, este edificio se trata, en realidad, de
un antiguo mausoleo romano, y formó parte de una villa bajoimperial. A lo largo
de la Edad Media, el edificio fue sometido a importantes modificaciones, con el
fin de convertirlo en la iglesia parroquial de un pequeño poblado llamado de
Llanes que, sin embargo, no tardó demasiado tiempo en quedar despoblado. Así,
resulta difícil diferenciar su fábrica romana de su fábrica posterior.
De la iglesia de Arandilla del Arroyo destaca, en lo
que a nosotros nos interesa, es decir, en su fábrica románica, las dos portadas
de arenisca, de carácter rústico. Por lo demás, apenas queda nada del periodo
románico, más allá de su pila bautismal, situada bajo el sotocoro de la
iglesia. La taza de la pila está adornada con gallones verticales, adornados
con flores de seis pétalos y cruces patadas.
Aunque situada en la provincia vecina de Guadalajara, la visita a la iglesia de Millana es también interesante para comprender mejor el románico de esta comarca del Infantado, de la que también formó parte, como una de las localidades más importantes del señorío; y también, porque, al igual que otros pueblos del sur de la provincia de Guadalajara, Millana también estuvo incorporada a la diócesis conquense hasta el siglo XIX. Del exterior destaca su torre, emparentada con la de Valdeolivas, y también, como ella, formada por tres cuerpos superpuestos, y también de planta cuadrada. Cuenta con una línea de impostas que separan el segundo y el tercer cuerpo, y la apertura de cuatro vanos, uno en cada cara de la torre, rematados con arcos de medio punto.
Por lo que respecta al cuerpo de la iglesia, en lo que al
románico se refiere, destaca la portada, también de medio punto, en la que
también ces bastante clara la influencia del estilo cisterciense. Consta ésta
de seis arquivoltas, apoyadas sobre columnas con ábaco y bocel. Los capiteles
de éstas se muestran adornadas con un bestiario alegórico en el que se reflejan
algunos animales mitológicos que representan las fuerzas del mal. Y sobre la
portada, también es interesante la cornisa, que se apoya sobre una serie de
canecillos y metopas, adornados con elementos vegetales y geométricos, que
responden, en su conjunto, a una clara influencia del monasterio de Santo
Domingo de Silos.
En el interior, el románico de la iglesia de Millana se
encuentra muy escondido bajo el disfraz de una posterior fábrica datada en el
siglo XVI, por lo que apenas perviven elementos destacables de su construcción
medieval.
Finalmente, es muy probable que sea la iglesia de Valdeolivas
el más importante templo románico de toda la provincia de Cuenca, y puede
ser fechada, también, en los últimas años del siglo XII o los primeros de la
centuria siguiente. A nivel exterior destaca su torre de campanas, emparentada
con las torres de Salmerón y Alcocer. De plata cuadrada y cuatro cuerpos,
consta de seis vanos a cada lado, pareados dos a dos en los tres cuerpos
superiores, rematados con arcos levemente apuntados, que se apoyan sobre
capiteles adornados con punta de diamante. La riqueza ornamental va creciendo
conforme la torre se va elevando en altura.
Por lo que respecta al cuerpo de la iglesia, y a pesar de
las modificaciones posteriores que sufrió, destaca el ábside, fabricado en
sillería de piedra, y dividida en cuatro paños, circundados por una hilera de
canecillos de factura geométrica, y elevados por encima de la portada
principal, del siglo XIII. Ésta está formada por cuatro arquivoltas, y muestra
ciertas concomitancias con la portada interior que conecta, en el cercano
monasterio de Monsalud, en Córcoles, la iglesia del monasterio con el claustro.
Este monasterio ha sido destacado como uno de los máximos ejemplos del estilo
cisterciense.
En lo que respecta al interior, la iglesia contaba
primitivamente con una nave única, y cabecera semicircular, claramente visible.
La nave consta de tres tramos, separadas entre sí por arcos apuntados, que se
suceden a lo largo de la bóveda de cañón. Los arcos se apoyan sobre sencillas
columnas, que en el arco triunfal, que da acceso al presbiterio, responde
también al estilo cisterciense. En lo que respecta al testero del ábside, se
aprecian unos vanos adornados con puntas de diamante, que se corresponden con
las respectivas ventanas del exterior.
También son de destacar las pinturas románicas, fechadas
también hacia los años finales del siglo XIII, que fueron descubiertas al
inicio de la Guerra Civil, al ser derribado y destruido el altar que las había
tapado durante varios siglos. En el centro destaca la representación del Pantocrátor,
Cristo en majestad, que quiere representar la soberanía divina. A los lados el
Tetramorfos, la representación de los cuatro evangelistas, aunque en la
actualidad sólo se conserva una parte de esta representación, en la que
representan a Marcos y a Lucas. En la cúspide, el Espíritu Santo, y rodeándolo
todo, el colegio apostólico, en dos grupos de seis figuras, formando todo una
impresionante rep0resentación de carácter piramidal.
El Podcast de Clio: EL ROMÁNICO EN LA HOYA DEL INFANTADO
Muchas gracias por compartir tu trabajo. Muy interesante
ResponderEliminarMuchas gracias, Víctor
EliminarMuy interesante Julián
ResponderEliminarMuchas gracias, Emilia
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