La historia de
España, como la de cualquier otro país moderno, no puede entenderse sin la historia
de sus ejércitos. Esa es la premisa de la obra ”De Felipe V a Felipe VI.
Trescientos años del ejército español”, que firman Carlos Canales, Miguel del Rey y
Augusto Ferrer-Dalmau. Este libro traza un recorrido de algo más de trescientos
años, que arranca con la llegada de los Borbones al trono español, a comienzos
del siglo XVIII, y culmina en la actualidad, en pleno siglo XXI, bajo el
reinado de Felipe VI; un presente en el que nuestro país cuenta, como no podía
ser de otra forma, con unas fuerzas armadas profesionales, modernizadas, y plenamente
integradas en la OTAN y en la Unión Europea.
No se trata aquí de reivindicar una sociedad belicista, sino de ser conscientes del papel que en cualquier sociedad, también en la actual, tienen los ejércitos, aunque sólo sea con el fin de garantizar una paz justa en el país correspondiente. En alguna entrada anterior ya he explicado mi posición en este sentido (ver “Reflexiones para una paz consensuada”, 22 de mayo de 2025). Dicho esto, creo interesante recoger aquí algunas frases del prólogo del libro, del que es autor el abogado y periodista, antiguo corresponsal de guerra, Javier Nart:
“Vivimos tiempos en
los que la miseria moral, el analfabetismo o manipulación de la Historia (la
histeria de la historia) se ha puesto al servicio de la ideología, y donde es
lamentable tener que defender lo obvio. Así con anacronismo digno de mejor
causa se descalifican y condenan conductas que en su tiempo eran la praxis no
solo habitual sino admitida. Desde la toma de Granada a la conquista de las
Indias. En nuestros días las guerras de conquista, de agresión, por tanto, se
condenan (y es justo) como crímenes de guerra. Hoy a nadie se le pasa por la
imaginación que sea legítimo el saqueo de una ciudad conquistada, ponerla a
saco, como en Cuzco, en Roma... o en Badajoz, los enemigos franceses y los
«amigos» ingleses. Si ahora en la Península Ibérica, Francia, Bélgica, Suiza o
Rumanía, se hablan lenguas derivadas del Latín, lugares en los que la impronta
romana es indeleble, es porque siglos atrás sus ancestros fueron conquistados,
ocupados o colonizados, y los vencidos ibéricos vendidos como esclavos en los
mercados del Imperio.”
Y más adelante
continúa: “Así la derrota de Felipe V en Italia fue el fin del proyecto del
dominio hispano/borbónico en aquella península. Como la victoria sobre Napoleón
en 1814 (la guerrilla y el ejército español y británico coaligados) mantuvo la
nación española al sur de los Pirineos (ya que sin aquellas tropas, Barcelona,
Tarragona, Lérida y Gerona serían hoy tan franceses como el Rosellón, la
Cerdeña y el Capcir, para horror del separatismo catalán). Este es un libro
donde la gloria y la miseria cabalgan juntas. No es una hagiografía de las
hazañas de nuestras banderas. Es sencillamente una crónica de la historia de
España a través de la historia de nuestros ejércitos. Una reflexión sobre
nuestro pasado sin el que es imposible entender y defender el presente. Una
historia de dolor, honor, y también horror De nuestras fratricidas guerras in-civiles.
Y también del respeto y veneración con que fuimos reconocidos por nuestros
enemigos. Porque ningún, NINGÚN, país colonial (Francia tras Dien Bien Phu,
Gran Bretaña en sus guerras afganas, Holanda en Indonesia, Bélgica en el Congo)
ha tenido un reconocimiento como el que se dedicó por sus enemigos a los
derrotados héroes de Baler.”
No se trata
solo de un repaso a las batallas y a las campañas protagonizadas por nuestras
tropas. Los autores muestran cómo la evolución del ejército corre en paralelo a
la transformación del propio Estado, desde la Guerra de Sucesión y las reformas
borbónicas, que el Estado se vio obligado
a efectuar para modernizar el ejército, algunas de ellas con el fin de poder sustituir
a los Tercios, que, si bien habían demostrado su excelencia las dos centurias anteriores,
se habían quedado ya obsoletas, como había demostrado cincuenta años antes la derrota
en Rocroy. También, la pérdida de las colonias en América, la Guerra de la
Independencia contra Napoleón, o la tragedia de la Guerra Civil.
Acabada la
Guerra Civil, el siglo XX y lo que va de este mismo siglo, se presentan como
una etapa de redefinición: la neutralidad en las dos guerras mundiales, al
aislamiento internacional durante el franquismo, la modernización impulsada a
partir de la Transición, con lo que supuso la llegada de la democracia, también
para el ejército, y finalmente, la proyección internacional desde los últimos
años del siglo pasado, con la participación de nuestras tropas en las principales misiones de paz que, desde
entonces, se han ido repitiendo por todo el mundo. El trabajo combina el rigor
de la investigación con un planteamiento narrativo, pensado para el gran
público, pero sin que por ello deje de resultar
interesante también para el historiador especializado en historia militar, que
caracteriza a los autores de los textos. Además, estos se encuentran acompañados
por un despliegue visual, que hace más cercano el relato para el lector.
Y es que el
libro cuenta como autores, con varios nombres de referencia en la historia
militar. Por un lado, debemos citar a Carlos Canales y Miguel del Rey. El
primero es historiador y escritor, especializado en historia militar y en la
España imperial. En este sentido, cuenta con un amplio catálogo de
publicaciones, y se ha destacado por acercar al lector los principales episodios
bélicos de nuestro pasado, con un estilo claro y divulgativo. Por su parte,
Miguel del Rey es, también, un historiador experto en historia de la guerra. Y
juntos los dos, Carlos y Miguel, Miguel y Carlos, ha firmado una prolífica
bibliografía, que explora la historia bélica de nuestro país, desde la Edad
Media hasta los conflictos contemporáneos. Así, esta pareja intelectual se ha
consolidado como una de las más influyentes en la divulgación militar en lengua
española desde hace ya muchos años.
Como decimos, una
parte importante del libro la conforman las ilustraciones, hasta el punto de
que el autor de los mismos, el propio Augusto Ferrer-Dalmau, el conocido en el
mundo del arte como el “pintor de batallas”, aparece en la portada del libro
también como autor del mismo. Sus lienzos, al igual que sus dibujos, de un
realismo minucioso, recrean con fuerza plástica los episodios clave de la
historia bélica española, desde los tercios de Flandes hasta las misiones
actuales desarrolladas en escenarios internacionales. Y también, por supuesto,
la evolución del armamento, desde los antiguos mosquetes y picas de los propios
Tercios, hasta el armamento de última generación con el que, hoy en día, son
equipados nuestros soldados ahora, en pleno siglo XXI.
“De Felipe V a Felipe
VI” es, en definitiva, un ejercicio de memoria histórica y cultural, que
reivindica el papel de los ejércitos en la configuración de España. Un trabajo
que conjuga análisis, relato y arte, destinado tanto a los aficionados a la
historia militar, como a quienes desean comprender mejor el lugar que hoy ocupa
el ejército en una sociedad moderna, como es España. Y es que, en un momento como
éste, en el que Europa debate su futuro
en materia de defensa común, y en que los conflictos internacionales vuelven a
poner a prueba la estabilidad del continente, obras como la que ahora nos
ocupa, nos recuerdan que la historia militar no es solo una imagen de nuestro pasado:
es también una clave para entender los desafíos del presente en el mundo en el
que nos ha tocado vivir.
Para finalizar,
quiero volver a recoger unas frases más del prólogo de Javier Nart, porque
resumen, de manera bastante clara, el papel que el conocimiento de la historia
debe jugar para el conocimiento de nosotros mismos. Y es que la historia debería
ser ajena a esos planteamientos hipócritas que muchas veces nos llegan desde
uno de los extremos del espectro político, cargados de ese “buenismo” simplista
al que nos tienen acostumbrados. Unas palabras que, en cierto sentido, parecen haber
sido escritas con el fin de responder a esos planteamientos obscenos que,
demasiadas veces, se nos hace por parte de algunos políticos americanos, como
López Obrador o su destacada alumna,
Claudia Sheinbaum, quien le sustituyó como presidenta de México. Y también, por
desgracia, desde algunos sectores de nuestro propio país, porque muchas veces,
demasiadas, somos nosotros, los propios españoles, nuestros principales
enemigos:
“¿Debemos exigir
reparaciones morales o materiales a la República italiana por Numancia? ¿Y a la
francesa por la traición, invasión, masacre y expolio en la España de 1808? ¿Y
nosotros a los países americanos, aunque nunca los entendiéramos como colonia?
¿O a Italia por la conquista del reino de Nápoles... donde nuestro enemigo
resultó no italiano sino francés? En verdad todas las naciones del mundo son
consecuencia tanto de actos de afirmación defensiva interna (de súbditos a
ciudadanos) como de agresión/defensa respecto al externo. Cataluña, como
Castilla, Aragón, Navarra, León o Portugal son la consecuencia de la
reconquista/reflujo del al-Ándalus hispano. De campañas militares, de espada,
de sangre y dolor, que no de metafísica. Se expulsó a moriscos y judíos en la
España de los Reyes Católicos, como los nobles catalanes y aragoneses desde el
Pirineo a Murcia, como Tarik y Muza hicieron antes con visigodos e
hispanorromanos. ¿Condenamos por xenófobos a Isabel y Fernando y no a Jaime I
el Conquistador? ¿Y a Abderramán o a Almanzor?”
Porque, decimos
nosotros, ni los hechos históricos, ni los personajes que los protagonizaron, puede
ser juzgados con el rigor ni la vara de medir propias del siglo XXI, sino con
los que eran propios del momento en el que sucedieron.

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